lunes, 7 de agosto de 2023

Mi experiencia gastronómica en Botswana

Cuando,  por fin, me decidí a viajar a Botswana, por mi mente pasó en algún momento  cómo serían mis comidas durante esos días, aunque inmediatamente deseché esa idea ya que el objetivo de este viaje no era comer o probar platos nuevos, no era mi primer viaje a África y sabía de antemano que la gastronomía se quedaría en un segundo plano.

En Botswana no pude visitar ningún restaurante local ya que todas las comidas estaban incluidas. Narraré un lo que ha sido mi experiencia en los diferentes lodges que visité.

Para  empezar, el día comienza muy, muy temprano, a las cinco de la mañana suena el despertador, que en este caso es un empleado que llama a la puerta y se asegura de que te levantes.

En el primero de los lodges, el desayuno se hacía casi completamente a oscuras, solamente la luz del fuego y las linternas nos dejaban ver nuestro primer alimento. Maravillosas las tostadas recién hechas al fuego, junto con el café, la fruta cortada y los pastelitos horneados; a pesar del frío y la falta de luz, la experiencia fue fantástica.



A media mañana, lo que para nosotros eran la nueve, llegaba el momento de bajarse del jeep para disfrutar en plena naturaleza de un segundo desayuno, café, té, chocolate, pastas, galletas… una  auténtica delicia cuando lo haces en un lugar en el que la naturaleza que te rodea es tan impresionante.


Sobre las 11 y media de la mañana, esa hora en la que la mayoría de nosotros salimos a tomar un cafecito para afrontar el resto de la jornada laboral, nosotros estábamos comiendo, eso sí, una comida ligera, pero muy bien elaborada con opciones para todos los gustos.


Y justo antes de irnos a descansar un ratito, llegaba el momento en que nos preguntaban que queríamos para tomar a media tarde, la media tarde que allí es la maravillosa puesta de  sol, esa puesta de sol  con tanta gama de colores que solo he logrado ver durante mis viajes a África, y las opciones  para disfrutar ese momento van desde un refresco, un exquisito vino sudafricno, una cerveza local o un gin tonic. Mientras escribo, me resulta imposible recordar esos mágicos instantes en los que el sol se funde y desaparece en el horizonte con mucha más rapidez de la que me gustaría ya que eso significa que un nuevo día repleto de experiencias  se acaba y  al mismo tiempo que lo agradeces también te invade un sentimiento de tristeza porque sabes que ya queda menos tiempo para seguir viviendo esa experiencia.


Pero antes de que llegase el atardecer,  a las tres de la tarde, sí o sí, antes de salir al safari vespertino tocaba tomar el té, café o refresco, todo ello acompañado de una variedad de pastas, pasteles y dulces, dignos de la mejor pastelería. Creo que he comido más dulces durante esos días que el resto del año, qué buenos y bien elaborados!



 

Cuando llegaba el mágico momento en el que el día y la noche se funden, había que abandonar el lugar y regresar a lugar seguro. Siempre éramos recibidos por los amables empleados del lodge que sostenían bandejas con toallitas calientes y perfumadas para limpiar el polvo del camino.

Sobre las 7:30 era la cena, excepto en Setari Camp en el Okavango, situado en el Delta en preciosas tiendas sobre pilotes de madera, siempre teníamos que esperar a que alguien nos viniese a buscar, la oscuridad a esas horas es total, y cualquier tipo de animal podría salir a nuestro paso, por ello y sobre todo por nuestra seguridad, estaba prohibido salir al oscurecer de nuestra tienda, confieso que constantemente me sentía tentada a hacerlo, pero tal era la atención que tan pronto ponía un pie en uno de los pocos escalones que teníamos, siempre aparecía alguien con una linterna para acompañarme la zona principal.

Las cenas, excepto en Chobe, siempre eran en mesas comunes, allí nos reuníamos los huéspedes, nunca más de 12 personas, en donde acompañados por el director o gerente del lodge, dábamos buena cuenta de las exquisitas viandas que nos preparaban, las cuales eran presentadas, un primer plato que se servía en mesa y los segundos que eran tipo bufé, un bufé pequeño pero con varias opciones, todas muy sabrosas. Todo ello los acompañábamos de algún vino de procedencia Sudafricana, blancos o tintos con temperaturas adecuadas ,Sauvignon Blanc, Chardonnay, Pinot, Pinotage Merlot.. Ese  era el momento de comentar y compartir los avistamientos del día, he de confesar que el leopardo era el más nombrado, superando las expectativas del rey león. Nosotros tuvimos la suerte de ver tres durante el viaje, nos podemos considerar afortunados por ello.


Una vez finalizada la cena y si el cuerpo lo soportaba, recordad que nos habíamos levantado a las cinco de la madrugada,  podíamos tomar un gin tonic o lo que deseases, siempre alrededor del fuego, era el momento Memorias de África. He de confesar que no todos los días tenía fuerzas para ello ya que ese ratito después de la comida cuando el sol está en lo más alto y se supone que tenía que estar descansando, me dedicaba a recorrer las instalaciones, observándolo todo, y sintiendo que no debía desperdiciar ni un segundo de ese día.


Pensaba hacer una sola entrada de este viaje, pero creo la visita y experiencia vivida en Dusty Road en Zimbabue, se merece un capítulo aparte.

Quisiera agradecer a Dirk, de ViajesÁfrica Smart Touring, toda la atención proporcionada, antes, durante y después del viaje. Tantos vuelos, avionetas, traslados, lodges, guías…  todo fue perfecto, me alegra haber confiado en ellos para esta aventura. Y también me alegra no pesar más de 100 kilos ya que hubiera tenido que pagar un suplemento en los traslados en avionetas, jajaja, aunque a decir verdad, creo que algún kilo de más si se vino conmigo.

Y si la gastronomía no os convence para visitar Botswana, quizás la siguiente fotografía y otras muchas más que podéis ver en mis RRSS (Facebook e Instagram), sí lo haga.


África siempre especial, siempre maravillosa…volveré, no sé cuándo ni adónde, pero volveré.

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