domingo, 15 de septiembre de 2019

Cocinando en Myanmar


Cuando pregunté a Win, mi guía en Myanmar, si había alguna posibilidad de recibir una clase de cocina birmana, su cara fue de sorpresa, a pesar de ello  no tardó en hacer las gestiones necesarias para esos turistas raros que le habían tocado, esos a los que les gustaba el picante,  que nunca protestaban por la comida,  que adoraban visitar los mercados y mostraban interés por todas y cada una de las verduras que se vendían,  que pedían sal en todas las comidas,  que querían visitar unas bodegas de las que apenas había oído hablar;  fuimos los turistas raros desde el principio y no queríamos defraudarle.


Yangón (Rangún) poco tenía que ver de interés; una vez visto y con un día extra en la ciudad debido al cambio horario de la línea aérea, pensamos que una buena forma de pasar y aprovechar el tiempo era recibir una clase de cocina, elaborando alguno de los platos que habíamos comido durante el viaje y que tanto nos habían gustado, fue todo un acierto.

Tras unas diez llamadas entre la agencia, el restaurante y el cliente (una servidora), llegamos a un acuerdo de base con respecto al precio, el menú y la hora. Nos os voy a engañar, no fue fácil decidir los platos ya que cada vez que se me ocurría alguno, me respondían que ese plato no era birmano, que era chino con lo cual decidí que ellos fuesen los que pensasen los platos a cocinar.




Como siempre, muy puntual nos recogió Win para llevarnos al restaurante, en principio no iba a acompañarnos pero como era la primera vez que su agencia ofrecía este “extraño” servicio, decidieron ser testigos del “evento”. Tras unos 30 minutos llegamos al restaurante. Todo estaba perfectamente preparado a la entrada del mismo, menos mal que fue al aire libre porque el calor por estos lugares es impresionante y si añadimos el fuego de la cocina, el resultado puede ser dramático para una “cocinillas occidental”.



Durante toda la clase me limité a hacer lo que me indicaban y menos mal que estaba Win como traductor que fue mi salvación para no meter la pata continuamente, lo cual se me da especialmente bien, por todo ello, mi torpeza es más que manifiesta durante toda la elaboración.



Cocinamos cinco platos, una sopa, dos clases verduras salteadas (una de ellas con setas), pollo, y pescado. Todo ello en wok a alta temperatura y en poco tiempo de manera que conserva todo su sabor.



La base del pollo y el pescado fue prácticamente la misma y el resultado muy similar.


Las verduras cocinadas “al dente “de esa forma que tanto me gusta y que me cuesta conseguir en casa, aunque durante este verano y tras algo de práctica con los trucos aprendidos en la clase, casi, casi me estoy acercando a ese punto perfecto.




La sopa sin ningún caldo previo, sólo usando ajo, jengibre y aceite aromatizado con guindilla resultan sorprendentemente buenas.



Por supuesto, nos comimos todo lo cocinado y la verdad, no hubo ninguna queja excepto el exceso de sal que yo me empeñaba en añadir cada vez que probaba una preparación para susto y sorpresa de la cocinera. 
Salado para Win, perfecto para nosotros y es que en este país, la sal se usa muy, muy poco.



La experiencia es para repetir, creo que a partir de ahora va a ser un imprescindible en mis futuros viajes, no sé si será posible, pero lo intentaré. 


 Y para muestra de todo lo vivido, os dejo dos vídeos, espero seáis benevolentes con esta aficionada. 






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