Confieso que antes de iniciar este
viaje pensé que poco más que arroz comería durante el mismo, afortunadamente me
equivoqué.
Los diferentes platos que probé
durante mi estancia en Myanmar me sorprendieron muy gratamente y sólo en una
ocasión me resultó imposible comer uno de ellos, con anécdota incluida que
contaré más adelante.
Pocos son los platos propios del
país pero sus vecinos chinos, tailandeses e indios han dejado muchas y buenas
recetas que en ocasiones han permanecido inalterables y en otras han modificado
creando lo que se llama cocina fusión.
Normalmente las comidas comienzan
con una sopa que en la mayoría de las ocasiones es de verduras, siempre
nutritivas, sabrosas y muy variadas, de verduras, de lentejas, de calabacín…, y
que a pesar de los 33º se dejaban comer muy bien .Merece una mención especial,
la mohinga, una sopa de fideos de arroz y pescado que se suele tomar como
desayuno, está casi considerada como el plato
nacional por excelencia. A excepción de una de ellas todas me encantaron.
Como he comentado, hubo una sopa
que me produjo un gran rechazo, el intenso sabor pero desagradable, las “cosas”
que no podía identificar y el picante, mi paladar fue incapaz de tomar más de
dos bocados. Sucedió en Mandalay en un
restaurante que nos había recomendado nuestro guía y que estaba lleno hasta la
bandera de locales disfrutando de su comida, era un BBQ (Barbacoa), el caso es
que sin pedirlo y a modo de cortesía sirven una sopa nada más sentarse en la
mesa, cuando la camarera se acercó y vio que mi taza estaba llena me preguntó
si no me había gustado, intenté ser amable y le respondí que era excesivamente
picante para mí, pues bien, no tardó ni dos minutos en traerme otro cuenco pero
sin picante, lo mejor es que se quedó al lado de la mesa hasta que comencé a
comerla, y conste que tardé un buen rato ya que el ataque de risa era
incontrolable, como pude tomé un sorbito e intenté esconder el resto entre las
botellas y las servilletas. Solo por las risas ya mereció la pena ir a ese
restaurante.
El arroz es el otro plato
omnipresente, no importa lo que pidas, siempre aparecerá alguien con un bol de
arroz.
Los platos de vegetales nunca
faltan en ninguna comida, con unos u otros ingredientes (coliflor, zanahoria,
berro de agua, judías, nabos, repollo, cebolla…) y siempre con ese toque
crujiente que tanto me cuesta lograr, este era uno de mis favoritos.
Las tempuras tanto de verduras como
de pescado eran realmente espectaculares, hasta llegamos a tomar una especie de
tortillitas de camarones que estaban deliciosas.
Con respecto a las carnes, pollo y
ternera nunca faltaban, el cordero es bastante caro y no suele aparecer en las
cartas. Se cocinan en wok con una base de ajo, acompañado de verduras,
cacahuete o anacardos y muchas especias de diferentes tipo.
El río Irrawady que atraviesa el
país proporciona diferentes y variados pescados que suelen cocinar fritos,
desde mi punto de vista el pescado estaba demasiado cocinado y quedaba seco,
pero si valoro mi salud casi era lo mejor.
Los noodles, plato chino, con
verduras, gambas o carne también nos acompañaron en muchos momentos. Allí es
muy común tomarlos en sopa como desayuno.
Con respecto a la bebidas, mi
favorita fue la cerveza Myanmar, fresca y suave. El té, herencia británica es
muy bueno, aunque mi baja tolerancia a la teína no me dejó disfrutarlo tanto
como quisiera. Para después de las cenas
un Ron sour, coctel compuesto de ron, lima y miel.
Las salsas no excesivamente
picantes tenían una presencia importante en la mesa, cómo las combinas con los
diferentes platos que te sirven queda a tu libre elección.
Una de las comidas fue en un
restaurante chino en donde pude comer un pato laqueado que fue de lo mejor.
Unos de los días nos ofrecieron
patatas fritas con gambas, tan extraña nos pareció la mezcla que lo pedimos y
para nuestra sorpresa estaba muy bueno.
Los aperitivos típicos son
garbanzos y habas fritas, sésamo y verduras especiadas, destaca la ensalada de
hojas de té fermentadas que ligeramente picantes tienen un sabor muy
interesante.
Los postres, en la mayoría de las
ocasiones eran frutas, pero qué sabor y qué matices! Todas sin excepción me
gustaron.
El último día no fuimos capaces de
resistirnos y cenamos en el restaurante “Oleo” del Meliá Yangon donde nos
alojamos durante nuestra estancia. Es el ùnico restaurante de cocina mediterránea de la ciudad y está de jefe de cocina un chef español. Las fotos lo dicen todo.
En futuras entradas os hablaré de
los mercados, de los vinos, del pan y de una clase de cocina a la que asistí en
Yangon, pero tiempo al tiempo que procesar todas las fotos y videos me va a
llevar mucho. De momento espero que hayáis salivado un poquito con estas fotos.
Y ya os voy contando que amenazo con algunos platos con setas inspirados en
esta experiencia.
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