jueves, 27 de enero de 2011

Así empezó todo.

No sólo de recetas vive el hombre, ni la mujer…… De vez en cuando me permitiré contaros algunas de mis historias y recuerdos relacionados con las setas,  será un intento de transmitir mis pensamientos, mis recuerdos y mi amor por la micología, algo así como devolverles un poquito de lo mucho que me han dado y siguen dando. Como ya os he dicho, mi intención no es enseñar a nadie sobre este tema tan amplio, complejo y diverso, sé un poco sobre ello, sólo un poco; estoy segura de que nunca tendré tiempo suficiente para aprender todo lo que quiero.
Algún día os hablaré de lo mejor que me han aportado, que no son ni sabores, ni aromas, ni texturas, ni conocimiento, se trata de algo mucho más importante.


Fotografía: Patrice Lainé


Mi primera salida al bosque en busca de setas se remonta a hace ya muchos años. Por aquel entonces sólo Macrolepiotas proceras y Lactarius deliciosus eran mi conocidas, por saber, ni siquiera sabía su nombre científico, las primeras veces se apoderaba de mi cierta frustración al no dar con el objeto de mi deseo, precisamente fue este hecho el me llevo a ver más allá y a fijarme en que no sólo de parasoles y níscalos se vestía el bosque.

Pasado el tiempo, espero con ansiedad las lluvias otoñales y primaverales para “tirarme” al monte a la busca y captura de esos preciosos duendes que milagrosamente brotan en nuestros bosques y campos.

Poco a poco, aprendí a conocerlas y del conocimiento al apasionamiento el paso fue muy corto, también aprendí a respetarlas, amarlas y también a temerlas. Me he ido familiarizando con sus formas, sus colores, sus tamaños, sus aromas, sus habitats.
Fotografía: Antton Meléndez
Pocas sensaciones se pueden comparar a la que sentimos los aficionados cuando nos encontramos con un maravilloso grupo de boletus, con los escondidos níscalos o con un hermoso corro de oreades, por citar algunas, de igual modo sentimos que nuestro corazón se acelera cuando por fin encontramos esa seta que llevamos “persiguiendo” mucho tiempo, incluso años, la alegría es incomparable y la euforia que sentimos ante la visión de esa pequeña joya que se esconde entre hierbas y hojas compensa todos los esfuerzos realizados.

El camino, lleno de nuevos aprendizajes, de búsquedas incansables, de estudio… merece la pena, cada día te llena de ilusión, te engancha, te produce la satisfacción de ver cómo vas aprendiendo y cada año, cada otoño, cada primavera, cada día ese deseo va creciendo y deseas saber un poco más y un poco más y un poco más….., te conviertes en un ambicioso del conocimiento.

En mi caso, añadimos un ingrediente más para que el enganche a este mundo sea completo, y es la cocina, la cocina de la setas, a la que llevo años dedicándome, creo que pocas cosas son comparables al placer de recolectar, cocinar y degustar.

Por último una advertencia para que los que se están iniciando: La micología crea una fuerte adicción y aunque la mayoría hayamos empezado  por “las que se comen”, deberíamos hacerlo  por las que no se comen, y mientras aprendemos, siempre nos quedarán las setas cultivadas para ir practicando en nuestra cocina.

Como se suele decir entre los que nos dedicamos a este mundillo: “Más vale dejar una seta en la vida que la vida en una seta”.



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3 comentarios:

  1. Muy bonita exposición Conchi, me identifico con muchas cosas de las que dices, con muchísimas.

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  2. Graciasssssss.
    Todavía me quedan muchas cosillas por contar, pero poco a poco.
    Saludos

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